Joaquim Lopes (1886-1956)
Notas biográficas
Su idea del arte
Esta difería de la habitual en la época. Criticaba a los artistas que preferían "logros fáciles; a los perezosos a lo que les resulta más fácil dar media docena de brochazos, mejores o peores, sobre el lienzo, que estudiar con en profiundidad una buena figura o el detalle de un paisaje".
Consideraba que la estructura creada, en parte promovida por ejemplos que llegaban a través de revistas extranjeras, había trivializado el arte, siendo necesario evitar “exageraciones geométricas, dinamismos excesivos” y recuperar la humanidad necesaria. Esta idea le hizo buscar obsesivamente la excelencia y la perfección en todos los ámbitos, desde el dibujo hasta la pintura.
En Gaia, animado por el ambiente artístico allí reinante, Lopes se formó como pintor cerámico, estudios que terminó en 1906 con la máxima calificación (20 puntos). Durante esta etapa, colaboró con algunas de las principales fábricas artísticas de Gaia; esto marcaría carrera posterior, a lo largo de la cual realizó diversos trabajos de azulejos decorativos.
Tras concluir sus estudios profesionales, en 1906, Joaquim Lopes ingresó en la Academia de Bellas Artes de Oporto; entre otros, sus maestros fueron José de Brito y Marques de Oliveira, este último una figura de referencia para el futuro pintor. Durante esta etapa, continuó pintando arcas y otras pequeñas obras, a fin de garantizarse el sustento, en especial después de su boda, en 1911, con Amélia Fernandes da Silva, con quien tendría cinco hijos. Fue durante su vida académica cuando hizo a algunos de sus mejores amigos, un círculo de amistades restringido al que se sumaron varias personalidades del mundo de las artes que le permitieron tener una conveniente red de contactos a lo largo de su vida.
Ya de vuelta en Portugal, su carrera artística evolucionó. En estos años, participó en diferentes exposiciones, entre ellas la Exposición Internacional de Río de Janeiro, 1922, la Exposición SNBA (1924) y la Exposición Iberoamericana de Sevilla (1929), en las que su obras resultaron premiadas.
Además de dibujos y pinturas de caballete, principalmente paisajes y temas costumbristas, Lopes realizó obras de gran formato, que le dieron notoridad pública, en especial obras de género histórico y retratos como el del Presidente de la República y el del Presidente del Consejo de Ministros. Sus retratos están marcados por pinceladas geométricas, en las que el autor enfatiza la luminosidad de los rostros sobre un fondo negro pardusco plano, con claroscuros de inspiración barroca, y contrastes de luces y sombras que dan mayor monumentalidad y realismo al retratado, y que al crear áreas sombreadas convierten al color y al espacio iluminado en importantes elementos de la composición.
Durante este período, Joaquim Lopes comenzó a impartir clases en la escuela de formación profesional como profesor de dibujo. En 1930, mediante concurso ganó la plaza de profesor de pintura de la Escuela Superior de Bellas Artes que hasta entonces ocupaba el maestro Marqués de Oliveira.
Como docente, Joaquim Lopes dirigió dos Misiones Vacacionales Estéticas, una acción propagandística del conocido como Estado Nuevo dirigida a promover el conocimiento del patrimonio regional. Lopes, sin definir su posición política, consideraba que estas misiones eran una forma de conocer el patrimonio nacional; según confesaba en sus últimos informes, el arte debía reflejar sus raíces nacionales, y ser más social, “menos fútil”, y más revelador de la tierra y del Hombre. De ahí que procurara que sus alumnos se acercaran a la naturaleza, el patrimonio y encuentros pintorescos -como ferias, romerías y festivales-, donde estos ejercitaran el «dibujo rápido y el dominio de los juegos en movimiento a lápiz».
Joaquim Francisco Lopes nació, en el seno de una familia sencilla y poco adinerada, el 23 de abril de 1886 en Lugar da Ilha, en Vilar do Paraíso, localidad del municipio de Vila Nova de Gaia, en el norte de Portugal. La dedicación algunos familiares de su entorno al arte, favoreció el desarrollo de su vocación; en especial un tío suyo, con quien con solo once años comenzó a trabajar como pintor-decorador de cofres.
Sus comienzos. Familia y formación
De sus primeras exposiciones, a París
En 1914, siendo aún estudiante, expuso, por primera vez, en la Sociedad Nacional de Bellas Artes, ganando una beca de arte de la Cámara de Comercio de Oporto para pintar en Gerês, hecho que marcó su vocación como paisajista. Al mismo tiempo, comenzó su andadura en el mundo editorial, que ya no abandonará, destacando por su producción como ilustrador.
En 1916, finalizados sus estudios, realizó una exposición colectiva con algunos compañeros, y su primera exposición individual en la Galeria da Misericórdia de Oporto, lo que le permitó su afirmarse en el mercado artístico del Norte del país.
En 1919 realizó su primera exposición individual en Lisboa, en la Sociedad Nacional de Bellas Artes, vendiendo un tercio de las obras expuestas, óleos y pasteles, con críticas fueron muy favorables. El propio Joaquim Lopes refirió este momento como uno de los más felices de su carrera, pues los cinco contos que ganó le permitieron ir a París en el verano de 1919, para durante tres meses completar su formación como desde mediados del siglo XIX solían hacer los artistas portugueses. Allí en los museos y exposiciones, aprendería el tratamiento de la luz de los maestros impresionistas.
De vuelta a Portugal, experiencias exposicionales y docentes
Joaquim Lopes en su taller de la Calle de las Flores, Oporto (colección particular)
El maestro Joaquim Lopes (1886-1956), como cariñosamente se le conocía, dejó una vasta obra, hoy presente en diferentes museos portugueses y colecciones privadas, a lo largo de sus setenta años de vida, en los que se dedicó a la pintura, el dibujo, la ilustración y la crítica de arte.
Lopes, que destacó por su amplio acervo cultural, impartió clases como profesor en la Escuela de Bellas Artes de Porto, de la que fue director.
La etapa final
Su nerviosismo, y en parte su exceso de trabajo, tuvo consecuencias. En 1938, con cincuenta y dos años, sufrió una parálisis facial, de la que se recuperó, pero que afectó su fuerza física, a partir de entonces constantemente marcada por el cansancio y un corazón frágil. Por eso, fueron frecuentes los viajes al campo, a casas de amigos, a fin de recuperar fuerzas. Aunque el objetivo era descansar, Joaquim Lopes que, iba con su caja de pinturas y bloc de papel, no se resistía a la belleza de los paisajes de Valença, Vale Pradinhos, Sebadelhe, Covelinhas, Ancede y otros lugares del norte de Portugal.
Joaquim Lopes en la ribera del río Tua. Mirandela, 1938 (colección particular) .
Aun así, Lopes promocionó en su carrera académica, siendo nombrado Director de la Escuela de Bellas Artes en 1942. En este periodo, se realizó una importante reforma en el sistema de estudios, haciéndolo más creativo y desprovisto de connotaciones políticas, según demandaba la actividad artística; además, fundó una Biblioteca y trató de construir un Museo de Estudio con el fin de crear un ambiente de aula relajado, conciliando la práctica con la teoría, para que los alumnos comprendieran la importancia del estudio, el conocimiento y la experiencia. El interés de Joaquim Lopes por la existencia de un museo escolar está relacionado con la noción de aprendizaje práctico y visual que estaba explorando. Quizás por eso el artista se involucró directamente en varios proyectos museológicos del país, ayudando a recolectar piezas de otros artistas o tratando de estimular ideas de varios museos que se estaban formando o que necesitaban un nuevo impulso.
En junio de 1952, poco después de recibir el Premio António Carneiro de la Secretaría de Información Nacional - SNI, en el Salón de Arte Contemporáneo de Artistas del Norte, Joaquim Lopes solicitó ser cesado del cargo de Director por desaveniencias con el Ministerio. Esto lo amargó y entristeció, aumentando su tendencia a la depresión. Aun así, el artista continuó trabajando en su taller y de forma intensa.
Joaquim Lopes murió el 25 de marzo de 1956, poco antes de cumplir los setenta años. En su homenaje, sus amigos y alumnos destacaron su dilatada labor, su carácter y su generosidad, además de su calidad como paisajista.
Natália Fauvrelle
Museu do Douro/CITCEM