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El escultor José Lafita Díaz (Sevilla 1887-1945) se acercó en numerosas ocasiones a la cerámica a lo largo de su vida. En primer lugar, porque el barro, la arcilla modelada y cocida para luego extraer los moldes y los positivos de cada obra, es el primer paso que se da en escultura cuando se trata de modelado. En segundo lugar, por esa vocación suya, paralela a sus grandes monumentos, estatuas y fuentes monumentales, siempre le interesó porque le permitió hacer retratos, placas conmemorativas, y una serie de elementos decorativos, que él consideraba como «cacharrería artística». Ciertamente lo es en cuanto tienen de originalidad, de no repetir –sino interpretar- los modelos de estilos anteriores o los que se realizaban en los talleres artesanos y de otros escultores, sobre todo de Triana.

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Arte y artesanía que el contexto de la Exposición Iberoamericana que se concentra en él, en las siguientes obras, para las que en esta comunicación se sigue la nomenclatura que él les dio, a través de los escasos documentos que han llegado hasta nosotros. Se distinguirá las obras localizadas de las que no, aportando imágenes documentales encontradas (dibujos, contratos, piezas en escayola, etc.), las medidas, el análisis estilístico, las características técnicas, el grado de acabado, si están firmadas, etc. como son: «Remates de la plaza de España”, «Remates de la plaza de América», «Crátera/Maceta Barroca/Vaso/ Copa con frutas o Barroco», «Vasos/ macetas árabes», «Gaspachera barroca”, “Tibor de Nazarenos», «Vasitos barrocos/con el escudo de Sevilla», «Ánforas barrocas/de estilo español del XVII”, grandes y medianas», «Ánfora Renacentista con águila y escudo», «Tintero árabe», «Ánforas árabes grandes, medianas y pequeñas», «Escudo de Sevilla con anuncio», «Medallas del rey y Reina», «Giraldas con frutas», «Bustitos de COLÓN y de BOLÍVAR”, «lámpara de techo»,«Candelabro”, «Perfumero»…  

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La fecha de inicio es 1913 (aunque las siguió haciendo toda su vida), por los lugares de ubicación en el Parque de María Luisa o los encargos que recibió. Se cocieron en la Fábrica Montalván, donde trabajaba su maestro Adolfo López Rodríguez, autor que considero indispensable en su atracción por la cerámica, precisamente gracias a él, un extraordinario escultor sevillano. También, por la empresa que este tuvo con su padre –el pintor Josér Lafita Blanco–donde se formó Lafita junto a los pintores Alfonso Cañaveral y José Clemente y los 13 años como alumno en la Escuela de Artes y Oficios de Sevilla. Su preocupación urbanística y arquitectónica, se ve reflejada en su cerámica, hecha igual que las otras  «obras mayores» o urbanísticas (bancos, fuentes y farolas), aunque sean menores en cuanto a la tipología y al formato. 

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