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Eustaquio Ilundain, 

el Cardenal de la Exposición

Eustaquio Ilundain y Esteban (1867-1927), nacido en Navarra, realizó sus estudios eclesiásticos en el seminario de la diócesis de Pamplona. Ordenado sacerdote en 1886, se graduó en Teología en Toledo. Fue arcipreste de la catedral de Segovia (1903) y rector del seminario, Obispo de Orense (1904-1920) y arzobispo de Sevilla (1921-1937).

 

Su etapa en Sevilla, estuvo marcada por los preparativos y el desarrollo de la Exposición Iberaoamericana y, posteriormente,  en el periodo republicano, por las dificultades sociales y  las discrepancias entre la Iglesia y el Estado.

Cuando Ilundain se hizo cargo del asunto y -ya fallecido su predecesor- tuvo que consultar los planos de los nuevos edificios con la Sagrada Congregación de Seminarios de Roma ésta puso serios reparos al convenio y desbarató lo acordado. Al tener conocimiento del hecho, el Comité de la Exposición le llevó a plantear, incluso, la denuncia ante los tribunales por incumplimiento de lo firmado. Finalmente, todo pudo reconducirse a un acuerdo en el que se autorizaba la apertura de una calle que dividía los jardines del antiguo Palacio (actual calle La Rábida) quedando a disposición del Certamen la parte más alejada del Seminario.

Eustaquio Ilundain y Esteban llegó a la Sede Hispalense de san Isidoro y san Leandro en septiembre de 1921 -tras su promoción desde la de Orense que ocupaba hasta entonces. Desde su llegada, quedó implicado muy directamente en los avatares del certamen, entonces aún hispanoamericano.

 

Nada más llegar tuvo que resolver el legado de su predecesor, el Cardenal Almaraz, quien había firmado un convenio con el Comité de la Exposición consistente en la permuta del edificio del Seminario y sus amplios terrenos aledaños (el  Palacio de San Telmo y sus jardines, donde se instalarían los pabellones de las distintas representaciones), por unos nuevos terrenos en la zona de Ciudad Jardín en los que se construiría un seminario más moderno, además de una cantidad para los servicios auxiliares del mismo. Las amplias atribuciones otorgadas a Almaraz por la Santa Sede le permitieron firmar con el Alcalde de la ciudad lo convenido en vísperas de su marcha a la sede de Toledo para la que había sido promocionado.

Su temple y determinación para resolver esta compleja situación y la solución arbitrada, con la que quedaron satisfechas todas las partes, le granjeó respeto y admiración entre las autoridades además de popularidad entre la ciudadanía al mantenerse intacta la parte más emblemática y artística del Palacio de San Telmo y, finalmente también, mejorada la situación de los seminaristas por las reparaciones que se hicieron en su interior.

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Vista aérea del Sector Norte-San Telmo del recinto de la Exposición, en los antiguos jardines del Palacio de San Telmo  (©ICAS-SAHP, Fototeca Municipal de Sevilla, fondo Sánchez del Pando).

En fechas inmediatas a la celebración del certamen, el ya cardenal (desde 1925) puso a disposición de las autoridades el patrimonio artístico de la Iglesia a fin de figurar en los distintos pabellones; y también el monumental dictándose normas expresas de restauración con anterioridad para que pudiesen ser visitados en buenas condiciones los templos de San Marcos, San Esteban y San Pedro, entre otros, además de las mejoradas vidrieras de la catedral. 

En marzo de 1928 escribió una extensa Carta Pastoral en la que mostraba su buena predisposición sobre el evento por cuanto, además del legítimo amor que se debía a la Patria responsable de su realización, se demostraba así cómo la religión había sido el “alma y nervio” de la civilización hispanoamericana desde sus orígenes y, más concretamente, la Sede Hispalense pues las numerosas iglesias fundadas en el continente americano eran sufragáneas de ella, razón por la que Sevilla ostentaba el título de Iglesia Patriarcal.

Durante el certamen se celebraron tres actos religiosos masivos que complacieron y otorgó expresamente su bendición S.S. Pío XI: al poco de la inauguración, el primer Congreso Mariano Hispano-Americano que reunió cerca de medio centenar de prelados españoles y extranjeros, además del Nuncio de Su Santidad; durante su transcurso, la Coronación Canónica de Ntra. Sra. de la Antigua, devoción de gran influencia en numerosos pueblos americanos por haberla llevado los mismos descubridores, ente ellos el propio Cristóbal Colón y Hernán Cortes; y, a su conclusión, la Asamblea Eucarística Regional de Andalucía, con la que se consagraría la ciudad a Jesús Sacramentado. Con ocasión de cada una de estas celebraciones se llevaron a cabo multitudinarios actos religiosos, unos de preparación en el interior de los templos y otros más populares por las calles de la ciudad en los que la participación se contó por decenas de millares de fieles devotos. Para su concurso movilizó al clero, religiosos, asociaciones, hermandades y fieles en general encuadrados en las distintas organizaciones de la Acción Católica entonces puesta en marcha. 

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El cardenal Eustaquio Ilundain, el nuncio de su Santidad monseñor Tedeschini y el obispo de Madrid-Alcalá doctor Eijo y su comitiva se dirigen a la Catedral para la sesión inaugural del Congreso Mariano Hispano-Americano (©ICAS-SAHP, Fototeca Municipal de Sevilla, fondo Serrano).

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Cortejo de la Procesión Mariana extraordinaria, encabezada por el Cardenal Ilundain, en su paso por el último tramo de Almirante Lobo (©ICAS-SAHP, Fototeca Municipal de Sevilla, fondo Serrano).

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Asistentes a la Procesión Mariana extraordinaria, en el paso de la Virgen de la Hiniesta por la avenida Reina Mercedes (actual de La Constitución (©ICAS-SAHP, Fototeca Municipal de Sevilla, fondo Serrano).

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Cabalgata histórica organizada con motivo del Congreso Mariano Hispano-Americano. Carroza que representa la cárcel de Santa Justa y Santa Rufina. Sevilla, 20 de mayo de 1929 (©ICAS-SAHP, Fototeca Municipal de Sevilla, fondo Sánchez del Pando).

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Cabalgata histórica organizada con motivo del Congreso Mariano Hispano-Americano. El Cuadro III (correspondiente al siglo XIII), en la Plaza del Duque de Sevilla. 20 de mayo de 1929 (©ICAS-SAHP, Fototeca Municipal de Sevilla, fondo Sánchez del Pando).

El programa trazado por el Cardenal con estas iniciativas fue en realidad un plan misional y evangelizador (“Sevilla ha ido por María a Jesucristo”) que fomentase la fe y la religiosidad desarrollado en dos planos diferenciados: el intelectual en los debates y el popular en las procesiones, cabalgatas religiosas e incluso en la Coronación de la Virgen de la Antigua. 

En otro orden de cosas, entendiendo que no sólo estos actos sino todo el desarrollo del certamen tenía también un indiscutible fundamento religioso, hizo gestiones ante el comisario regio para “alejar los peligros a males gravísimos que tales exposiciones traen aparejados” exigiendo la clausura de determinados locales abiertos en la coyuntura que atentaban a la moral.

Dado el crecimiento urbano de la ciudad como consecuencia de la afluencia de los obreros venidos a realizar las obras de la Exposición proveyó de servicios religiosos los nuevos barrios: las capillas de El Cerro del Águila y San Jerónimo; en el ensanche y suburbios de Nervión y Ciudad Jardín el principal templo, inaugurado en vísperas del Certamen; y quedó planteado el del Corpus Christi en el ensanche del Sector Sur (la avenida de La Palmera, los Hoteles del Guadalquivir y Tabladilla).

Además, Ilundain estuvo presente en numerosos eventos de diversa índole que tuvieran lugar durante el desarrollo de la Exposición (actos de apertura y clausura de congresos, reconocimientos,...).

 

José-Leonardo Ruiz Sánchez

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Asistentes al solemne acto de imposición de la Medalla de la Paz de Marruecos a doña Enriqueta Garland (fot. de Serrano. Archivo Sánchez Apellániz).

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Acto del clausura del I Congreso Nacional de Aceite de Oliva. Salón de Actos del Edificio Central de la Plaza de España, 14 de diciembre de 1929 (fot. Dubois. Archivo Familia Sánchez Apellániz).

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