Nicolás Díaz Molero,
el alcalde de la inauguración
Nicolás Díaz Molero (1874-1948), abogado y empresario, ocupó la Alcaldía hispalense de 1927 a 1930, cargo que compatibilizó con la Presidencia de la Cámara Oficial de Comercio, Industria y Navegación de Sevilla, que ostentó de 1925 a 1930.
Pertenecía a una familia pionera en la banca e industria andaluza, implicada en el origen y la promoción de diferentes entidades del ámbito ecónómico y cultural como el Círculo de Labradores y Propietarios, la Cámara de Comercio Industria y Navegación y el Ateneo de Sevilla.
Nicolás Díaz Molero, alcalde de Sevilla de 1927 a 1930, se responsabilizó exitosamente de la gestión y organización de la Exposición Iberoamericana tanto en los años inmediatamente previos a la muestra, en los que esta se impulsó, como también durante la propia celebración del certamen.
Como máximo representante municipal, protagonizó los actos y las inauguraciones de pabellones e instalaciones que tuvieron lugar antes del 25 de febrero de 1930, fecha en que, en plena celebración de la exposición, a raíz del Decreto de Renovación de Ayuntamientos consiguiente a la dimisión de Primo de Rivera, Díaz Molero dejó la Alcaldía.
Los infantes don Carlos de Borbón y Doña Luisa de Orleans con la corporación municipal presidida por el alcalde Nicolás Días Molero en el andén del Ayuntamiento con motivo del desfile de acción de gracias por el fin de la Guerra de Marruecos (1911-1927) por la Fiesta de la Paz en homenaje al Soldado de África el 12 de octubre de 1927 (©ICAS-SAHP, Fototeca Municipal de Sevilla, fondo Serrano).
Nicolás Díoz Molero en la cena de gala ofrecida el 8 de noviembre de 1929 por el Comité de la Exposición a la representación de la República Dominicana con la que se clausuraba la Semana Nacional del país (fot. de Sánchez del Pando. Archivo de la Familia Sánchez Apellániz).
La infanta doña Isabel a la entrada del Pabellón de Arte Antiguo recibida por el alcalde de Sevilla y los miembros de la Comisión de Arte Antiguo (fot. de Dubois. Archivo de la Familia Sánchez Apellániz).
La Infanta Isabel de Borbón y sus acompañantes recibida en la puerta del Pabellón Consular de los Estados Unidos de América en la visita que realizó a las instalaciones norteamericanas el 15 de noviembre de 1929 (fot. de Sánchez del Pando. Archivo de la Familia Sánchez Apellániz).
Asistentes a la solemne entrega de las placas y diplomas ofrecidos por la municipalidad de Valparaíso al general Millán Astray y a los capitanes Jiménez e Iglesias, pilotos del “Jesús del Gran Poder” en el Pabellón de Chile , el 7 de octubre de 1929 en el Pabellón de Chile (fot. de Sánchez del Pando, Archivo Familia Sánchez Apellániz).
Nicolás Díaz Molero, alcalde de Sevilla, entre los asistentes al almuerzo que el 21 de septiembre de 1929 se celebró en el Hotel Alfonso XIII para despedir a José Enrique Varaona (fot. de Dubois. Archivo Familia Sánchez Apellániz).
Durante su mandato se aceleraron y culminaron las obras de importantes construcciones de la exposición, que él inauguró. Entre ellas, el Gran Hotel Alfonso XIII, que fue inaugurado el 28 de abril de 1928 con un baile al que acudió el propio monarca, y en marzo de 1929, cuando la apertura oficial de la muestra prevista para el día 15 acababa de ser de nuevo retrasada, el Estadio de la Exposición –posterior Benito Villamarín– y el Casino, que fueron inaugurados el 17 y el 30 de marzo, respectivamente. También a su mandato corresponde la instalación del Monumento al Cid Campeador (popularmente conocida como “El Caballo”) en la Glorieta de San Diego, que fue un regalo de la Hispanic Society of America.
También durante su periodo se acometieron obras determinantes en la configuración urbana y la imagen de la ciudad de cara a la celebración de la muestra. Entre ellas destacan en 1928 la plantación de nuevas palmeras en la Avenida Reina Victoria y la restauración de la Muralla de la Macarena, y, ya en 1929, el ensanche y colocación de las fuentes de la Puerta de Jerez y de la Pasarela, y, en el Parque de María Luisa, el monumento a la Infanta, en agradecimiento por la donación de los terrenos para su creación.
Asimismo su mandato corresponde el proyecto de mejorar las comunicaciones aéreas de Sevilla con Madrid y Buenos Aires, con la construcción del primer aeropuerto de Sevilla y la creación de la primera línea aérea Sevilla-Madrid y Sevilla-Lisboa, que en 1930 se prolongó hasta Canarias, manteniendo el empeño de ser terminal europea para la línea Sevilla-Buenos Aires.
Su figura se vincula a la transformación que la ciudad experimentó en el contexto de la Exposición Iberoamericana.
Así desarrolló actuaciones dirigidas a la mejora y modernización de las infraestructuras y las instalaciones urbanas; entre ellas, el programa de obras para mejoras de la ciudad (aprobado en diciembre de 1927), la ampliación de obras de alcantarillado, la inclusión de nuevos medios públicos de transporte y de comunicación como el primer autobús de la ciudad (16 de septiembre de 1928), el teléfono automático sin operadora (activado el 12 de octubre de 1928), o la construcción de las instalaciones de ABC de Sevilla (que salió por primera vez el 12 de octubre de 1929).
En esos años se construyeron nuevos barrios para dar respuesta a las necesidades de viviendas populares, como el de La Corza (aprobada el 8 de agosto de 1927) y la barriada del Retiro Obrero (entregada el 6 de agosto de 1929, ya en plena exposición). En su mandato la ciudad de vio dotada de nuevos edificios públicos para satisfacer las necesidades de los sevillanos, entre ellos iglesias como el Templo de la Inmaculada en Nervión (iniciado en 1928) y mercados como el de San Sebastián y el de la puerta de La Carne (inaugurados el 14 de febrero y el 14 de marzo de 1929, respectivamente).
Como se refirió en febrero de 1930, Nicolás Díaz Molero dejó la Alcaldía a raíz del Decreto de Renovación de Ayuntamientos consiguiente a la dimisión de Primo de Rivera.
Tras abandonar el cargo, se mantuvo alejado de la vida pública, si bien perteneció a la Comisión Liquidadora del certamen. Por su actividad recibió distintas distinciones, entre ellas la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica, la del Cóndor de Bolivia, la de la Real Orden Militar de Nuestro Señor Jesucristo de Portugal y la Medalla de Ultramar, condecoraciones que, por la sencillez del personaje y de su entorno familiar, no se recogieron en su esquela, cuando en 1948, unos veinte años después de la inauguración de la Exposición Iberoamericana, Díaz Molero falleció.
Vicente González- Prida Díaz