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En 1927, el arquitecto general de la Exposición Iberoamericana y sucesor de Aníbal González, Vicente Traver y Tomás, proyectó la entrada al recinto del certamen en la Glorieta de San Diego, a la que confluían cuatro entradas:  la Puerta de San Diego (Pabellón de Sevilla) que era la principal (y la más próxima al centro urbano), y las de Portugal, Isabel la Católica (Plaza de España) y María Luisa (Parque). Con posterioridad, en el centro de la glorieta se dispondría una fuente monumental, obra de Manuel Delgado Brackembury y de Enrique Pérez Comendador.

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Las balaustradas del cerramiento, que eran de hierro fundido, estaban montadas sobre fábrica de piedra caliza y ancladas a pilares neobarrocos, de planta cuadrada, ejecutados en ladrillo visto rocallas, frontones y motivos vegetales, los cuales se rematan en su parte superior por un estilizado pináculo. Estos pilares eran diferentes en tamaño y decoración, en función de la importancia del acceso.

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En la actualidad los accesos se han convertidos en avenidas y la plataforma de entrada en la glorieta de San Diego, con accesos hacia el Este y el Sur. Dos pares de pilares, los de mayor porte, flanquean las avenidas de Isabel la Católica y de María Luisa; los otros dos dan acceso a la avenida de Portugal y a la entrada al Casino de la Exposición.

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El grado de protección de los pilares, a excepción del situado junto al Consulado de Portugal, se enmarca en el Plan General de Ordenación Urbana de Sevilla, (P.G.O.U.), dentro del ámbito del Plan Especial de Protección del Centro Histórico «Recinto de la Exposición Iberoamericana. Sector 26», aún sin tramitar.

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En 2018, por encargo del Ayuntamiento de Sevilla, a través de la Gerencia de Urbanismo, Benza, S.L. desarrolló unas tareas de conservación de los pilares de piedra que constituían la entrada oficial al recinto de la Exposición, estos se encontraban en mal estado y contaba con daños y patologías en diferentes grados, debido a la variedad de sus materiales constructivos, la polución como consecuencia del intenso tráfico rodado pero también al vandalismo y la  falta de mantenimiento. Precisamente la Gerencia propuso esta intervención por el mal estado de conservación y unos desprendimientos en los pináculos de remate en los pilares más próximos al consulado de Portugal.

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La intervención contempló los trabajos de limpieza, consolidación y protección e incluyó la redacción de un informe en el que se describían las faltas de volumen en cada uno de los pináculos, con detalles de formas y medidas y material gráfico suficiente para una futura reproducción de las mismas.